Hace
ocho años se inició una importante restauración ecológica dentro del ámbito del
Parque Rural de Anaga. La idea era sencilla: sustituir las especies de pino insigne
y eucalipto que ocupaban por error humano unas laderas propias de la laurisilva
canaria. La zona de actuación fue la conocida como Finca La Orilla, un área de
unas 11 hectáreas de planicies y suaves pendientes en el extremo noroccidental
del Macizo de Anaga.
Esta zona, ocupada originalmente por un denso y húmedo bosque de laurisilva, fue paulatinamente degradada por la actividad humana, especialmente tras la llegada de los conquistadores castellanos en el siglo XV. Sus centenarios árboles fueron los primeros en caer para asistir las demandas de los incipientes núcleos urbanos; una tala indiscriminada que continuó hasta la completa roturación del terreno para el uso agrícola y ganadero. En unos pocos siglos se destruyó una gran parte de los antiguos bosques que cubrían Tenerife y muchas zonas como esta de La Orilla quedaron reducidas a terrenos baldíos o meros pastizales.
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La finca La Orilla formó parte en el pasado del extenso bosque que se extendía ininterrumpidamente desde Anaga hasta Teno a lo largo de la vertiente norte de Tenerife. Constituía el bosque de laurisilva más extenso de Canarias y de la Macaronesia.
Fue a mediados del siglo pasado cuando, ante la cruda realidad de encontrarse con un entorno fuertemente deforestado, se impulsaron acciones dirigidas a reforestar amplias áreas de Tenerife y gracias a las cuales se empezó a revertir este proceso degradador. Estas primeras reforestaciones realizadas durante la dictadura franquista fueron decisivas para recuperar la masa forestal pero carecieron de un planeamiento y análisis científico adecuado. Este hecho provocó errores como la plantación de árboles muy cercanos entre sí, la utilización de pino canario en áreas potenciales de Laurisilva o incluso el uso de especies foráneas como el Pino Insigne o el Eucalipto por su rápido crecimiento.
La falta de experiencia y
planificación de las primeras reforestaciones iniciadas en los años 40 tuvo
como resultado la introducción de especies exóticas como el pino insigne o
el eucalipto que, debido a su rápido crecimiento, asfixiaban e impedían
cualquier intento de regeneración natural de la laurisilva.
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Una característica de esta restauración ambiental es que
pese a encontrarse la finca en un área potencial de laurisilva húmeda se han
utilizado principalmente especies de laurisilva seca (menos exigentes en
humedad) como madroños, fayas, palo blancos y barbuzanos. Esto se debe a que
dado el complejo y frágil ecosistema de la laurisilva canaria, el hecho de no
reforestar directamente con las especies más exigentes sino con las más
resistentes ofrece mejores garantías de éxito. En una segunda actuación, cuando
estas especies adquiriesen cierto porte y protegiesen la humedad del suelo con
sus sombras se deberían introducir otras especies más exigentes en humedad como
viñátigos, tiles y naranjeros salvajes, los cuales se utilizaron en esta
primera fase en los barranquillos y zonas umbrías.
Las restauraciones
ecológicas llevadas a cabo hoy en día se alimentan del conocimiento y
experiencia acumulados durante décadas de reforestación. Estas actuaciones
se basan en criterios biológicos más que en la apariencia estética o el
aprovechamiento económico de las zonas tratadas.
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2 comentarios :
Gracias por este artículo. Hace unos años colaboré con los paneles informativos situados en la zona que incluyes en el mismo. Aprovecho para compartirlo en mi página. ¡Saludos!
Enhorabuena por el gran trabajo realizado. Ojalá todas las islas puedan ampliar/recuperar su superficie forestal. Saludos desde Gran Canaria.
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