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domingo, 16 de julio de 2017

FINCA LA ORILLA – “Reconstrucción de un ecosistema”

 Hace ocho años se inició una importante restauración ecológica dentro del ámbito del Parque Rural de Anaga. La idea era sencilla: sustituir las especies de pino insigne y eucalipto que ocupaban por error humano unas laderas propias de la laurisilva canaria. La zona de actuación fue la conocida como Finca La Orilla, un área de unas 11 hectáreas de planicies y suaves pendientes en el extremo noroccidental del Macizo de Anaga.



















Esta zona, ocupada originalmente por un denso y húmedo bosque de laurisilva, fue paulatinamente degradada por la actividad humana, especialmente tras la llegada de los conquistadores castellanos en el siglo XV. Sus centenarios árboles fueron los primeros en caer para asistir las demandas de los incipientes núcleos urbanos; una tala indiscriminada que continuó hasta la completa roturación del terreno para el uso agrícola y ganadero.  En unos pocos siglos se destruyó una gran parte de los antiguos bosques que cubrían Tenerife y muchas zonas como esta de La Orilla quedaron reducidas a terrenos baldíos o meros pastizales.








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La finca La Orilla formó parte en el pasado del extenso bosque que se extendía ininterrumpidamente desde Anaga hasta Teno a lo largo de la vertiente norte de Tenerife. Constituía el bosque de laurisilva más extenso de Canarias y de la Macaronesia.

Fue a mediados del siglo pasado cuando, ante la cruda realidad de encontrarse con un entorno fuertemente deforestado, se impulsaron acciones dirigidas a reforestar amplias áreas de Tenerife y gracias a las cuales se empezó a revertir este proceso degradador. Estas primeras reforestaciones realizadas durante la dictadura franquista fueron decisivas para recuperar la masa forestal pero carecieron de un planeamiento y análisis científico adecuado. Este hecho provocó errores como la plantación de árboles muy cercanos entre sí, la utilización de pino canario en áreas potenciales de Laurisilva o incluso el uso de especies foráneas como el Pino Insigne o el Eucalipto por su rápido crecimiento.






La falta de experiencia y planificación de las primeras reforestaciones iniciadas en los años 40 tuvo como resultado la introducción de especies exóticas como el pino insigne o el eucalipto que, debido a su rápido crecimiento, asfixiaban e impedían cualquier intento de regeneración natural de la laurisilva.

Afortunadamente con el pasar de los años la “reforestación indiscriminada” se transformó en “restauración ecológica” donde lo que prima es encauzar una recuperación natural del entorno mediante la reforestación con las especies originales de la zona, respetando las densidades, la diversidad y eliminando las especies exóticas introducidas con anterioridad. Este tipo de restauración ecológica es la que podemos observar en la zona de La Orilla dónde tras el impacto visual de hace algunos años cuando se cortó a matarrasa una importante masa arbórea de pinos foráneos y se dejó la zona desprovista de vegetación podemos asistir hoy a una significativa recuperación de las especies de Laurisilva gracias a la labor de reforestación llevada a cabo por instituciones y voluntarios.



Una característica de esta restauración ambiental es que pese a encontrarse la finca en un área potencial de laurisilva húmeda se han utilizado principalmente especies de laurisilva seca (menos exigentes en humedad) como madroños, fayas, palo blancos y barbuzanos. Esto se debe a que dado el complejo y frágil ecosistema de la laurisilva canaria, el hecho de no reforestar directamente con las especies más exigentes sino con las más resistentes ofrece mejores garantías de éxito. En una segunda actuación, cuando estas especies adquiriesen cierto porte y protegiesen la humedad del suelo con sus sombras se deberían introducir otras especies más exigentes en humedad como viñátigos, tiles y naranjeros salvajes, los cuales se utilizaron en esta primera fase en los barranquillos y zonas umbrías.










Las restauraciones ecológicas llevadas a cabo hoy en día se alimentan del conocimiento y experiencia acumulados durante décadas de reforestación. Estas actuaciones se basan en criterios biológicos más que en la apariencia estética o el aprovechamiento económico de las zonas tratadas.

Pasear hoy por la zona es comprobar como el análisis científico, la lógica y el empeño dan sus frutos en poco tiempo. A pesar de las dificultades con las que se suele encontrar un proceso de reforestación, en La Orilla se puede apreciar como las especies plantadas crecen sin dificultad transformando el paisaje rápidamente y conformando las bases de lo que en un futuro será de nuevo la selva húmeda que siempre fue.














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jueves, 3 de septiembre de 2015

CEDRO DE WILDPRET - "El enebro solitario"

 Aferrado al pedregoso terreno como quien se aferra a la vida con un débil suspiro de aliento, resistiéndose a morir en el olvido o a desvanecerse en el feroz viento; al cedro solitario no le amedranta nada, ni se esconde, ni se agacha, ni se oculta entre sus ramas; ni tan siquiera deja de balancear sus colgantes brazos cual lianas.

En las laderas del sureño municipio de Vilaflor de Chasna pervive un señorial cedro canario (Juniperus cedrus) de equilibrada forma y considerables dimensiones. Un auténtico superviviente de la aniquilación a la que desde los tiempos de la conquista de Canarias y debido a su apreciada madera se sometió a esta especie.

Este viejo ejemplar se encuentra situado a 1.060 metros de altitud, dentro de los límites inferiores del piso bioclimático mesomediterráneo (o mesocanario) y ya en los dominios del pinar.
Se halla en una antigua zona de cultivos de medianías, por debajo del pueblo de Vilaflor y cerca del caserío de El Frontón, por lo cual se le conoce también como Cedro del Frontón.

El entorno está compuesto principalmente por antiguas terrazas de cultivo abandonadas que están siendo recolonizadas por pinos canarios (Pinus canariensis) y jaguarzos (Cistus monspeliensis); los cuales poco a poco van recuperando el terreno perdido en siglos pasados tras la tala de los bosques de la zona para la creación de áreas de explotación agrícola. El paisaje está también dominado por algunas especies exóticas introducidas como la tunera (Opuntia máxima) y, especialmente, por una gran cantidad de almendros (Prunus dulcis) asilvestrados.


En cuanto al árbol en sí mismo podemos decir que se trata de un espléndido y saludable ejemplar de Juniperus cedrus de unos 6 metros de alto y con un perímetro de unos 185 cm; cuyo esbelto tronco principal se ramifica en grandes pernadas a unos tres metros de altura. A pesar de que algunas de las ramas han sido cortadas aún conforma una densa y proporcionada copa desde la que cuelgan racimos de hojas y frutos. Su longevidad es difícil de calcular pero probablemente supere los dos o tres siglos.

La singularidad de este ejemplar no vine dada sólo por su edad y tamaño, sino que también por su carácter relíctico, ya que forma parte de los escasísimos cedros canarios que sobrevivieron a las talas indiscriminadas de los siglos pasados, las cuales llevaron a esta especie al borde de la extinción en el archipiélago.

Es un árbol endémico de Canarias y Madeira, describiéndose dos subespecies: el Juniperus cedrus ssp. cedrus para Canarias y el Juniperus cedrus ssp. maderensis para Madeira. 


Peculiar resulta que a pesar de ser conocidos como cedros estos árboles son en realidad enebros del género Juniperus, más cercanos por ende a las sabinas que a los mencionados cedros.


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martes, 1 de septiembre de 2015

JAGUARZO(Cistus monspeliensis): “El arbusto de las mil flores”

Son tan frágiles los pétalos del jaguarzo que se desprenden cual vilanos con las embestidas del viento; tal vez incluso con el lagrimeo del sereno.
 
El jaguarzo o jaguarzo negro (Cistus monspeliensis) es un arbusto siempreverde de estrechas hojas verde oscuro, lineares o ligeramente lanceoladas, pegajosas, rugosas,
revolutas y glabrescentes o con vello especialmente en el envés. De aspecto más o menos globoso y densamente ramificado, llega a superar el metro y medio de altura y es común verlo formando parte del sotobosque de los pinares canarios. Ocupa igualmente extensas áreas en zonas deforestadas donde desempeña un papel importante como matorral de sustitución y transición, desarrollándose también dentro de los dominios del bosque termófilo e incluso en zonas de monteverde aunque teniendo preferencia por suelos ácidos.

Con la llegada de la primavera las vistosas flores de cinco delicados pétalos y de hasta 2,5 cm de diámetro tiñen de blanco el arbusto y el suelo circundante, convirtiéndose en un llamativo reclamo para los insectos. 

Es autóctona de Canarias y está presente en todas las islas a excepción de Lanzarote y Fuerteventura. Lo es también del Mediterráneo, dónde cuenta con amplia distribución.

Interesante resulta su estrecha relación con otra especie autóctona de las islas, la melera del jaguarzo (Cytinus hypocistis), que suele crecer bajo el arbusto parasitando sus raíces.
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martes, 13 de diciembre de 2011

TABAIBA DULCE DE LOS BALDÍOS* - "La bella durmiente"

Lejos del salitre pero divisando el océano, como bella durmiente olvidada en algún lugar de las laderas baldías, una desorientada tabaiba reposa sus siglos de aletargamiento inclinando su gigante y pétreo cuerpo hacia el horizonte. Unos la miman cual arte y a otros inspira fantasía, algunos afirman que sueña y otros que quizá dormita, nadie queda indiferente ante la musa de la maresía.
esía.


Sorprende, por sus excepcionales dimensiones, este soberbio ejemplar de tabaiba dulce que crece en las suaves laderas nororientales de la dorsal de La Esperanza, ubicada en medio de una zona rural cada vez más urbanizada y degradada por la actividad antrópica descontrolada. Su emplazamiento resulta, cuanto menos, curioso, al hallarse en la zona de medianía s a 550 metros de altitud, dentro del piso bioclimático termomediterráneo (o termocanario) y en los dominios superiores del bosque termófilo canario. Lejos de la franja costera habitual para los ejemplares de esta especie, en el piso inframediterráneo (o infracanario), y lejos de la influencia de las brisas marinas.

Biológicamente, se trata de un extravagante ejemplar de Euphorbia balsamifera con una envergadura considerable ya que, a pesar de estar ladeada hacia el sur, la tabaiba supera los tres metros de altura y el metro y medio de perímetro. Su grueso tronco, que crece apoyado sobre los restos de un antiguo muro de piedra, se ramifica a unos dos metros de altura en abundantes pernadas las cuales, debido a la inclinación de la tabaiba, se acercan bastante al suelo en algunos puntos. En dicho tronco se hallan también algunas cicatrices dejadas por el aprovechamiento de su látex en épocas pasadas así como algunos epífitos que crecen en sus recovecos más umbríos, asimismo encontramos los restos de antiguas ramificaciones partidas o taladas. Probablemente la edad de la tabaiba alcance ya varios siglos de historia.

Desde el punto de vista científico, uno de los aspectos más interesantes de esta monumental tabaiba lo constituye su emplazamiento, el cual quizá tenga mucho que ver con las gigantescas dimensiones del ejemplar. Como se expuso anteriormente, el hábitat óptimo para las tabaibas dulces se encuentra en los soleados y secos llanos y riscos costeros, sin embargo, este ejemplar se encuentra situado a más de cuatro kilómetros del litoral, en una elevada ladera mucho más húmeda y umbría que la citada zona costera. Probablemente, el secreto del desorbitado crecimiento de la tabaiba radique precisamente en el capricho de germinar más allá de los límites externos de su área de vegetación potencial, en una zona donde sufre menos el estrés hídrico estival y sobre un particular tipo de suelo con buen drenaje que evita el encharcamiento o exceso de humedad.

Por otra parte, el entorno cercano a la tabaiba se caracteriza por una fuerte actividad antrópica que se traduce en la presencia de basuras, escombros y la práctica inexistencia de otras especies autóctonas, limitándose estas a algún incipiente bejeque arbóreo (Aeonium arboreum), algún cerrajón de monte (Sonchus acaulis) y algún pequeño verode (Senecio kleinia). Por el contrario, son abundantes las especies exóticas invasoras como tuneras (Opuntia maxima), piteras (Agave americana), eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis), retamas amarillas (Spartium junceum), falsos pimenteros asilvestrados (Schinus molle) y la agresiva hiedra alemana (Senecio mikanioides), una especie de enredadera que trepa y envuelve a las especies cercanas haciéndolas morir por falta de luz y que resulta un importante peligro para la singular tabaiba.



martes, 4 de octubre de 2011

ROSALILLO DE CUMBRE (Pterocephalus lasiospermus): "Mensajero del estío"

Tras la ostentosa explosión de color de tajinastes, hierba pajonera, retamas y alhelís, ya franqueado el solsticio de verano, las cumbres de Tenerife se visten de rosa pálido para recibir al estío.

El Rosalillo de Cumbre
(Pterocephalus lasiospermus) es un subarbusto endémico de la isla de Tenerife que crece abundantemente en Las Cañadas del Teide, entre los 2.000 y los 2.500 metros de altitud, y que llega a medir hasta 1 metro de altura. Sus hojas son simples y vellosas, al igual que sus tallos, presentando un follaje de color glauco. Sus inflorescencias, individuales y con pétalos rosa o malva pálido, aparecen a principios del verano en una floración tardía con respecto a las demás especies de su entorno.

Con el avance de la época estival, estas llamativas flores se van apagando poco a poco hasta convertirse en pequeños pompones blanquecinos y peludos, de no menor belleza que los coloridos pétalos.


Como le sucediera a la mayoría de endemismos de la alta montaña canaria, el sobrepastoreo de las cumbres en épocas pasadas también mermó la abundancia de esta especie que, sin embargo, se ha recuperado de manera espectacular hasta convertirse en la más común del parque nacional.


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lasiospermus: Procede del griego lasios (velludo) y sperma (semilla), y hace referencia a la característica semilla peluda de esta especie.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ALMÁCIGO DE ARONA - "Rey destronado"


Protegiéndose con su densa copa cual fortín, oculto y arrinconado por la ambición humana, pervive aún en el corazón de Arona un monarca de historia centenaria. Abandonado a su incierta suerte, cual rey destronado, se estremece cada invierno al dejar caer sus hojas y desnudar sus ramas mientras recuerda como cayó su imperio termófilo de las tierras medias.

Sitiado por las construcciones del casco urbano del pueblo de Arona, este notable ejemplar de almácigo (Pistacia atlantica) crece como puede al borde de un terreno abandonado, junto a una casa a la que da cobijo y sombra y cuyo cercado se interna en los dominios del árbol, pasando a pocos centímetros de su grueso tronco. Es tan angustioso el estado de este vestigio del pasado que el acceso al mismo resulta imposible de una manera normal y libre, teniendo que adentrarse sus posibles visitantes en el camino privado de la casa anexa al terreno.

El árbol se encuentra situado en la franja de medianías del sur de Tenerife, a 600 metros de altitud, dentro del piso bioclimático termomediterráneo (o termocanario) y en los dominios superiores del bosque termófilo canario. En una comarca caracterizada por la supervivencia de notables ejemplares de almácigo y en un municipio que reconoce la importancia de este árbol en su historia incluyéndolo en su escudo heráldico.

Desde el punto de vista biológico, podemos decir que este vigoroso ejemplar de Pistacia atlantica se encuentra en buen estado de conservación a pesar del deplorable estado de sus alrededores. Se trata de un espécimen de 9 metros de altura con porte equilibrado y 2,24 metros de perímetro en su tronco, el cual se divide en robustas pernadas muy ramificadas. Se hallan en su corteza, sin embargo, las cicatrices dejadas por las podas de los aprovechamientos madereros del pasado. Con respecto a su longevidad se puede afirmar que supera los 100 años de vida.

Tristemente sus alrededores están caracterizados por la presión antrópica ejercida por una zona rural urbanizada donde predominan las construcciones y algunas explotaciones agrícolas, dando lugar al consiguiente empobrecimiento de los ecosistemas cercanos. Reflejo de ello es la práctica inexistencia de otras especies propias de las zonas termófilas en el lugar, que han sido sustituidas por especies exóticas invasoras como la tunera (Opuntia maxima) o el tabaco moro (Nicotiana glauca).

Es destacable la presencia de un grupo de almácigos de dimensiones más modestas que crecen a unos 150 metros ladera abajo, en una hondura cercana al casco urbano a la entrada del pueblo, sobre unos bancales abandonados que están siendo recolonizados por la flora autóctona.



sábado, 21 de mayo de 2011

PROFUNDA RIQUEZA

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Dicen que en el origen de los tiempos un pedazo de vida hizo un trato con el sol y consiguió salir del mar. El acuerdo resultó sencillo, seguir el camino dorado del alba hasta la orilla y retornar siguiendo el camino de vuelta en el ocaso.

Así fue como ese suspiro de aliento se adentró en tierra firme y conoció al viento quién, soplando siempre a su favor, lo impulsó a visitar los lugares más inhóspitos de la tierra emergida. Junto a la brisa ascendió por las montañas y conoció el frescor de las brumas, paladeó la nieve, besó la lluvia, rodó por los valles y se refugió en las dunas.

Llegó la tarde y el sol desplegó su alfombra dorada para que el pedazo de vida encontrase el camino de vuelta, sin embargo, cuando el pequeño suspiro de aliento se sumergió en el agua, un escalofrío atravesó su alma al comprobar que sus ojos estaban borrosos y que ya no reflejaban con nitidez la inmensidad del océano. Aterrorizado, corrió a refugiarse tierra adentro donde, con el pasar del tiempo, creció y olvidó, mientras sus pupilas continuaban secándose con las caricias del viento.

Dicen, no obstante, que el sol, ignorando la realidad, sigue desplegando sus estelas ardientes cada vez que besa el horizonte. Dicen también que esos ojos terrestres de olvido aún se estremecen al ver la senda y se inundan de lágrimas cuando consiguen recordar por un segundo la pureza del reino marino.

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El mar, la cuna de la vida, el hervidero de biodiversidad, la gran porción inexplorada del planeta azul. Resulta irónico que la sociedad de unas islas surgidas a más de 3.000 metros de profundidad y cuya longitud de costas (1.583 km) es la mayor entre las regiones del territorio español, parezca despreciar la importancia del medio marino.

Realmente nuestro archipiélago es mucho más de lo que sobresale del nivel del mar. Somos grandes montañas levantadas desde el lecho oceánico cuya formación y día a día estuvo y está influenciado inevitablemente por este líquido elemental. Es tan especial el mar de Canarias que tan sólo su presencia, gracias a la corriente marítima fría canaria, suaviza y aplaca nuestro clima, otorgándonos temperaturas más templadas y debilitando las posibles tempestades que, de vez en cuando, se nos acercan. El atlántico nos regala además aguas transparentes, refrescantes y continuamente renovadas. Nosotros, a cambio, contaminamos sus aguas dejando en la arena de las playas colillas, toda clase de plásticos y otros residuos. También contaminamos con puertos industriales, emisarios submarinos e incluso cuando arrojamos todo tipo de residuos a los barrancos del medio terrestre. Por si fuera poco, también surcamos su superficie con barcos a gran velocidad que desorientan e incluso mutilan a muchas especies de delfines y ballenas. Por otra parte, la contaminación del mar con residuos humanos afecta incluso a aves ligadas a las costas, que muchas veces se enganchan en los temidos plásticos circulares de agrupamiento de latas o acaban atrapadas en redes abandonadas por pescadores.

Sin embargo, ante tal panorama es aún posible encontrar personas que se interesan por proteger y conservar el medio marino, que comprenden la necesidad de preservar unos océanos y mares limpios, vivos y sanos.

*Gracias a Rafa Herrero Massieu por permitirnos ilustrar esta entrada con uno de sus excelentes videos.

The Canary Islands under the sea from Rafa Herrero Massieu on Vimeo.

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