Impenetrable, inmóvil e indiferente, ocultando en sus entrañas centurias de secretos y pasiones, el cardón que se enamoró del sol sigue creciendo lentamente, extendiendo, cual espadas o rascacielos, sus mil brazos hacia las alturas.
Este gigantesco cardón (Euphorbia canariensis) sobrevive en mitad de un barranco a 360 metros sobre el nivel del mar, rodeado de núcleos urbanos y amenazado por una metrópolis que se hace cada vez más densa hacia el sur.

Sus extraordinarias dimensiones recuerdan, salvando las distancias, a los desaparecidos cardones gigantes de Buenavista del Norte en Tenerife (que cubría una extensión de 150m2) y de Gáldar en Gran Canaria.
Se trata de un único y soberbio ejemplar de Euphorbia canariensis en muy buen estado de conservación. Con 35,20 metros de perímetro y 6 metros de altura constituye probablemente el mayor cardón de todo el Archipiélago Canario, pudiendo su edad rondar los 300 o 400 años.
Lamentablemente no se encuentra dentro de un espacio natural protegido, por lo que en los alrededores existe una fuerte activ
idad antrópica, lo que da a la zona un aspecto bastante descuidado.En la zona perviven, aparte de otros cardones de dimensiones mucho más modestas, tabaibas amargas (Euphorbia lamarckii), verodes (Senecio kleinia), inciensos (Artemisia canariensis), cornicales (Periploca laevigata) y un pequeño almácigo (Pistacia atlántica) barranco arriba. Además, son abundantes la tunera (Opuntia maxima) y la pitera (Agave americana), ambas especies invasoras introducidas.


