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martes, 13 de diciembre de 2011

TABAIBA DULCE DE LOS BALDÍOS* - "La bella durmiente"

Lejos del salitre pero divisando el océano, como bella durmiente olvidada en algún lugar de las laderas baldías, una desorientada tabaiba reposa sus siglos de aletargamiento inclinando su gigante y pétreo cuerpo hacia el horizonte. Unos la miman cual arte y a otros inspira fantasía, algunos afirman que sueña y otros que quizá dormita, nadie queda indiferente ante la musa de la maresía.
esía.


Sorprende, por sus excepcionales dimensiones, este soberbio ejemplar de tabaiba dulce que crece en las suaves laderas nororientales de la dorsal de La Esperanza, ubicada en medio de una zona rural cada vez más urbanizada y degradada por la actividad antrópica descontrolada. Su emplazamiento resulta, cuanto menos, curioso, al hallarse en la zona de medianía s a 550 metros de altitud, dentro del piso bioclimático termomediterráneo (o termocanario) y en los dominios superiores del bosque termófilo canario. Lejos de la franja costera habitual para los ejemplares de esta especie, en el piso inframediterráneo (o infracanario), y lejos de la influencia de las brisas marinas.

Biológicamente, se trata de un extravagante ejemplar de Euphorbia balsamifera con una envergadura considerable ya que, a pesar de estar ladeada hacia el sur, la tabaiba supera los tres metros de altura y el metro y medio de perímetro. Su grueso tronco, que crece apoyado sobre los restos de un antiguo muro de piedra, se ramifica a unos dos metros de altura en abundantes pernadas las cuales, debido a la inclinación de la tabaiba, se acercan bastante al suelo en algunos puntos. En dicho tronco se hallan también algunas cicatrices dejadas por el aprovechamiento de su látex en épocas pasadas así como algunos epífitos que crecen en sus recovecos más umbríos, asimismo encontramos los restos de antiguas ramificaciones partidas o taladas. Probablemente la edad de la tabaiba alcance ya varios siglos de historia.

Desde el punto de vista científico, uno de los aspectos más interesantes de esta monumental tabaiba lo constituye su emplazamiento, el cual quizá tenga mucho que ver con las gigantescas dimensiones del ejemplar. Como se expuso anteriormente, el hábitat óptimo para las tabaibas dulces se encuentra en los soleados y secos llanos y riscos costeros, sin embargo, este ejemplar se encuentra situado a más de cuatro kilómetros del litoral, en una elevada ladera mucho más húmeda y umbría que la citada zona costera. Probablemente, el secreto del desorbitado crecimiento de la tabaiba radique precisamente en el capricho de germinar más allá de los límites externos de su área de vegetación potencial, en una zona donde sufre menos el estrés hídrico estival y sobre un particular tipo de suelo con buen drenaje que evita el encharcamiento o exceso de humedad.

Por otra parte, el entorno cercano a la tabaiba se caracteriza por una fuerte actividad antrópica que se traduce en la presencia de basuras, escombros y la práctica inexistencia de otras especies autóctonas, limitándose estas a algún incipiente bejeque arbóreo (Aeonium arboreum), algún cerrajón de monte (Sonchus acaulis) y algún pequeño verode (Senecio kleinia). Por el contrario, son abundantes las especies exóticas invasoras como tuneras (Opuntia maxima), piteras (Agave americana), eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis), retamas amarillas (Spartium junceum), falsos pimenteros asilvestrados (Schinus molle) y la agresiva hiedra alemana (Senecio mikanioides), una especie de enredadera que trepa y envuelve a las especies cercanas haciéndolas morir por falta de luz y que resulta un importante peligro para la singular tabaiba.



martes, 4 de octubre de 2011

ROSALILLO DE CUMBRE (Pterocephalus lasiospermus): "Mensajero del estío"

Tras la ostentosa explosión de color de tajinastes, hierba pajonera, retamas y alhelís, ya franqueado el solsticio de verano, las cumbres de Tenerife se visten de rosa pálido para recibir al estío.

El Rosalillo de Cumbre
(Pterocephalus lasiospermus) es un subarbusto endémico de la isla de Tenerife que crece abundantemente en Las Cañadas del Teide, entre los 2.000 y los 2.500 metros de altitud, y que llega a medir hasta 1 metro de altura. Sus hojas son simples y vellosas, al igual que sus tallos, presentando un follaje de color glauco. Sus inflorescencias, individuales y con pétalos rosa o malva pálido, aparecen a principios del verano en una floración tardía con respecto a las demás especies de su entorno.

Con el avance de la época estival, estas llamativas flores se van apagando poco a poco hasta convertirse en pequeños pompones blanquecinos y peludos, de no menor belleza que los coloridos pétalos.


Como le sucediera a la mayoría de endemismos de la alta montaña canaria, el sobrepastoreo de las cumbres en épocas pasadas también mermó la abundancia de esta especie que, sin embargo, se ha recuperado de manera espectacular hasta convertirse en la más común del parque nacional.


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lasiospermus: Procede del griego lasios (velludo) y sperma (semilla), y hace referencia a la característica semilla peluda de esta especie.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ALMÁCIGO DE ARONA - "Rey destronado"


Protegiéndose con su densa copa cual fortín, oculto y arrinconado por la ambición humana, pervive aún en el corazón de Arona un monarca de historia centenaria. Abandonado a su incierta suerte, cual rey destronado, se estremece cada invierno al dejar caer sus hojas y desnudar sus ramas mientras recuerda como cayó su imperio termófilo de las tierras medias.

Sitiado por las construcciones del casco urbano del pueblo de Arona, este notable ejemplar de almácigo (Pistacia atlantica) crece como puede al borde de un terreno abandonado, junto a una casa a la que da cobijo y sombra y cuyo cercado se interna en los dominios del árbol, pasando a pocos centímetros de su grueso tronco. Es tan angustioso el estado de este vestigio del pasado que el acceso al mismo resulta imposible de una manera normal y libre, teniendo que adentrarse sus posibles visitantes en el camino privado de la casa anexa al terreno.

El árbol se encuentra situado en la franja de medianías del sur de Tenerife, a 600 metros de altitud, dentro del piso bioclimático termomediterráneo (o termocanario) y en los dominios superiores del bosque termófilo canario. En una comarca caracterizada por la supervivencia de notables ejemplares de almácigo y en un municipio que reconoce la importancia de este árbol en su historia incluyéndolo en su escudo heráldico.

Desde el punto de vista biológico, podemos decir que este vigoroso ejemplar de Pistacia atlantica se encuentra en buen estado de conservación a pesar del deplorable estado de sus alrededores. Se trata de un espécimen de 9 metros de altura con porte equilibrado y 2,24 metros de perímetro en su tronco, el cual se divide en robustas pernadas muy ramificadas. Se hallan en su corteza, sin embargo, las cicatrices dejadas por las podas de los aprovechamientos madereros del pasado. Con respecto a su longevidad se puede afirmar que supera los 100 años de vida.

Tristemente sus alrededores están caracterizados por la presión antrópica ejercida por una zona rural urbanizada donde predominan las construcciones y algunas explotaciones agrícolas, dando lugar al consiguiente empobrecimiento de los ecosistemas cercanos. Reflejo de ello es la práctica inexistencia de otras especies propias de las zonas termófilas en el lugar, que han sido sustituidas por especies exóticas invasoras como la tunera (Opuntia maxima) o el tabaco moro (Nicotiana glauca).

Es destacable la presencia de un grupo de almácigos de dimensiones más modestas que crecen a unos 150 metros ladera abajo, en una hondura cercana al casco urbano a la entrada del pueblo, sobre unos bancales abandonados que están siendo recolonizados por la flora autóctona.



sábado, 21 de mayo de 2011

PROFUNDA RIQUEZA

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Dicen que en el origen de los tiempos un pedazo de vida hizo un trato con el sol y consiguió salir del mar. El acuerdo resultó sencillo, seguir el camino dorado del alba hasta la orilla y retornar siguiendo el camino de vuelta en el ocaso.

Así fue como ese suspiro de aliento se adentró en tierra firme y conoció al viento quién, soplando siempre a su favor, lo impulsó a visitar los lugares más inhóspitos de la tierra emergida. Junto a la brisa ascendió por las montañas y conoció el frescor de las brumas, paladeó la nieve, besó la lluvia, rodó por los valles y se refugió en las dunas.

Llegó la tarde y el sol desplegó su alfombra dorada para que el pedazo de vida encontrase el camino de vuelta, sin embargo, cuando el pequeño suspiro de aliento se sumergió en el agua, un escalofrío atravesó su alma al comprobar que sus ojos estaban borrosos y que ya no reflejaban con nitidez la inmensidad del océano. Aterrorizado, corrió a refugiarse tierra adentro donde, con el pasar del tiempo, creció y olvidó, mientras sus pupilas continuaban secándose con las caricias del viento.

Dicen, no obstante, que el sol, ignorando la realidad, sigue desplegando sus estelas ardientes cada vez que besa el horizonte. Dicen también que esos ojos terrestres de olvido aún se estremecen al ver la senda y se inundan de lágrimas cuando consiguen recordar por un segundo la pureza del reino marino.

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El mar, la cuna de la vida, el hervidero de biodiversidad, la gran porción inexplorada del planeta azul. Resulta irónico que la sociedad de unas islas surgidas a más de 3.000 metros de profundidad y cuya longitud de costas (1.583 km) es la mayor entre las regiones del territorio español, parezca despreciar la importancia del medio marino.

Realmente nuestro archipiélago es mucho más de lo que sobresale del nivel del mar. Somos grandes montañas levantadas desde el lecho oceánico cuya formación y día a día estuvo y está influenciado inevitablemente por este líquido elemental. Es tan especial el mar de Canarias que tan sólo su presencia, gracias a la corriente marítima fría canaria, suaviza y aplaca nuestro clima, otorgándonos temperaturas más templadas y debilitando las posibles tempestades que, de vez en cuando, se nos acercan. El atlántico nos regala además aguas transparentes, refrescantes y continuamente renovadas. Nosotros, a cambio, contaminamos sus aguas dejando en la arena de las playas colillas, toda clase de plásticos y otros residuos. También contaminamos con puertos industriales, emisarios submarinos e incluso cuando arrojamos todo tipo de residuos a los barrancos del medio terrestre. Por si fuera poco, también surcamos su superficie con barcos a gran velocidad que desorientan e incluso mutilan a muchas especies de delfines y ballenas. Por otra parte, la contaminación del mar con residuos humanos afecta incluso a aves ligadas a las costas, que muchas veces se enganchan en los temidos plásticos circulares de agrupamiento de latas o acaban atrapadas en redes abandonadas por pescadores.

Sin embargo, ante tal panorama es aún posible encontrar personas que se interesan por proteger y conservar el medio marino, que comprenden la necesidad de preservar unos océanos y mares limpios, vivos y sanos.

*Gracias a Rafa Herrero Massieu por permitirnos ilustrar esta entrada con uno de sus excelentes videos.

The Canary Islands under the sea from Rafa Herrero Massieu on Vimeo.

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