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sábado, 21 de mayo de 2011

PROFUNDA RIQUEZA

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Dicen que en el origen de los tiempos un pedazo de vida hizo un trato con el sol y consiguió salir del mar. El acuerdo resultó sencillo, seguir el camino dorado del alba hasta la orilla y retornar siguiendo el camino de vuelta en el ocaso.

Así fue como ese suspiro de aliento se adentró en tierra firme y conoció al viento quién, soplando siempre a su favor, lo impulsó a visitar los lugares más inhóspitos de la tierra emergida. Junto a la brisa ascendió por las montañas y conoció el frescor de las brumas, paladeó la nieve, besó la lluvia, rodó por los valles y se refugió en las dunas.

Llegó la tarde y el sol desplegó su alfombra dorada para que el pedazo de vida encontrase el camino de vuelta, sin embargo, cuando el pequeño suspiro de aliento se sumergió en el agua, un escalofrío atravesó su alma al comprobar que sus ojos estaban borrosos y que ya no reflejaban con nitidez la inmensidad del océano. Aterrorizado, corrió a refugiarse tierra adentro donde, con el pasar del tiempo, creció y olvidó, mientras sus pupilas continuaban secándose con las caricias del viento.

Dicen, no obstante, que el sol, ignorando la realidad, sigue desplegando sus estelas ardientes cada vez que besa el horizonte. Dicen también que esos ojos terrestres de olvido aún se estremecen al ver la senda y se inundan de lágrimas cuando consiguen recordar por un segundo la pureza del reino marino.

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El mar, la cuna de la vida, el hervidero de biodiversidad, la gran porción inexplorada del planeta azul. Resulta irónico que la sociedad de unas islas surgidas a más de 3.000 metros de profundidad y cuya longitud de costas (1.583 km) es la mayor entre las regiones del territorio español, parezca despreciar la importancia del medio marino.

Realmente nuestro archipiélago es mucho más de lo que sobresale del nivel del mar. Somos grandes montañas levantadas desde el lecho oceánico cuya formación y día a día estuvo y está influenciado inevitablemente por este líquido elemental. Es tan especial el mar de Canarias que tan sólo su presencia, gracias a la corriente marítima fría canaria, suaviza y aplaca nuestro clima, otorgándonos temperaturas más templadas y debilitando las posibles tempestades que, de vez en cuando, se nos acercan. El atlántico nos regala además aguas transparentes, refrescantes y continuamente renovadas. Nosotros, a cambio, contaminamos sus aguas dejando en la arena de las playas colillas, toda clase de plásticos y otros residuos. También contaminamos con puertos industriales, emisarios submarinos e incluso cuando arrojamos todo tipo de residuos a los barrancos del medio terrestre. Por si fuera poco, también surcamos su superficie con barcos a gran velocidad que desorientan e incluso mutilan a muchas especies de delfines y ballenas. Por otra parte, la contaminación del mar con residuos humanos afecta incluso a aves ligadas a las costas, que muchas veces se enganchan en los temidos plásticos circulares de agrupamiento de latas o acaban atrapadas en redes abandonadas por pescadores.

Sin embargo, ante tal panorama es aún posible encontrar personas que se interesan por proteger y conservar el medio marino, que comprenden la necesidad de preservar unos océanos y mares limpios, vivos y sanos.

*Gracias a Rafa Herrero Massieu por permitirnos ilustrar esta entrada con uno de sus excelentes videos.

The Canary Islands under the sea from Rafa Herrero Massieu on Vimeo.

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