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miércoles, 21 de septiembre de 2011

ALMÁCIGO DE ARONA - "Rey destronado"


Protegiéndose con su densa copa cual fortín, oculto y arrinconado por la ambición humana, pervive aún en el corazón de Arona un monarca de historia centenaria. Abandonado a su incierta suerte, cual rey destronado, se estremece cada invierno al dejar caer sus hojas y desnudar sus ramas mientras recuerda como cayó su imperio termófilo de las tierras medias.

Sitiado por las construcciones del casco urbano del pueblo de Arona, este notable ejemplar de almácigo (Pistacia atlantica) crece como puede al borde de un terreno abandonado, junto a una casa a la que da cobijo y sombra y cuyo cercado se interna en los dominios del árbol, pasando a pocos centímetros de su grueso tronco. Es tan angustioso el estado de este vestigio del pasado que el acceso al mismo resulta imposible de una manera normal y libre, teniendo que adentrarse sus posibles visitantes en el camino privado de la casa anexa al terreno.

El árbol se encuentra situado en la franja de medianías del sur de Tenerife, a 600 metros de altitud, dentro del piso bioclimático termomediterráneo (o termocanario) y en los dominios superiores del bosque termófilo canario. En una comarca caracterizada por la supervivencia de notables ejemplares de almácigo y en un municipio que reconoce la importancia de este árbol en su historia incluyéndolo en su escudo heráldico.

Desde el punto de vista biológico, podemos decir que este vigoroso ejemplar de Pistacia atlantica se encuentra en buen estado de conservación a pesar del deplorable estado de sus alrededores. Se trata de un espécimen de 9 metros de altura con porte equilibrado y 2,24 metros de perímetro en su tronco, el cual se divide en robustas pernadas muy ramificadas. Se hallan en su corteza, sin embargo, las cicatrices dejadas por las podas de los aprovechamientos madereros del pasado. Con respecto a su longevidad se puede afirmar que supera los 100 años de vida.

Tristemente sus alrededores están caracterizados por la presión antrópica ejercida por una zona rural urbanizada donde predominan las construcciones y algunas explotaciones agrícolas, dando lugar al consiguiente empobrecimiento de los ecosistemas cercanos. Reflejo de ello es la práctica inexistencia de otras especies propias de las zonas termófilas en el lugar, que han sido sustituidas por especies exóticas invasoras como la tunera (Opuntia maxima) o el tabaco moro (Nicotiana glauca).

Es destacable la presencia de un grupo de almácigos de dimensiones más modestas que crecen a unos 150 metros ladera abajo, en una hondura cercana al casco urbano a la entrada del pueblo, sobre unos bancales abandonados que están siendo recolonizados por la flora autóctona.



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