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jueves, 3 de septiembre de 2015

CEDRO DE WILDPRET - "El enebro solitario"

 Aferrado al pedregoso terreno como quien se aferra a la vida con un débil suspiro de aliento, resistiéndose a morir en el olvido o a desvanecerse en el feroz viento; al cedro solitario no le amedranta nada, ni se esconde, ni se agacha, ni se oculta entre sus ramas; ni tan siquiera deja de balancear sus colgantes brazos cual lianas.

En las laderas del sureño municipio de Vilaflor de Chasna pervive un señorial cedro canario (Juniperus cedrus) de equilibrada forma y considerables dimensiones. Un auténtico superviviente de la aniquilación a la que desde los tiempos de la conquista de Canarias y debido a su apreciada madera se sometió a esta especie.

Este viejo ejemplar se encuentra situado a 1.060 metros de altitud, dentro de los límites inferiores del piso bioclimático mesomediterráneo (o mesocanario) y ya en los dominios del pinar.
Se halla en una antigua zona de cultivos de medianías, por debajo del pueblo de Vilaflor y cerca del caserío de El Frontón, por lo cual se le conoce también como Cedro del Frontón.

El entorno está compuesto principalmente por antiguas terrazas de cultivo abandonadas que están siendo recolonizadas por pinos canarios (Pinus canariensis) y jaguarzos (Cistus monspeliensis); los cuales poco a poco van recuperando el terreno perdido en siglos pasados tras la tala de los bosques de la zona para la creación de áreas de explotación agrícola. El paisaje está también dominado por algunas especies exóticas introducidas como la tunera (Opuntia máxima) y, especialmente, por una gran cantidad de almendros (Prunus dulcis) asilvestrados.


En cuanto al árbol en sí mismo podemos decir que se trata de un espléndido y saludable ejemplar de Juniperus cedrus de unos 6 metros de alto y con un perímetro de unos 185 cm; cuyo esbelto tronco principal se ramifica en grandes pernadas a unos tres metros de altura. A pesar de que algunas de las ramas han sido cortadas aún conforma una densa y proporcionada copa desde la que cuelgan racimos de hojas y frutos. Su longevidad es difícil de calcular pero probablemente supere los dos o tres siglos.

La singularidad de este ejemplar no vine dada sólo por su edad y tamaño, sino que también por su carácter relíctico, ya que forma parte de los escasísimos cedros canarios que sobrevivieron a las talas indiscriminadas de los siglos pasados, las cuales llevaron a esta especie al borde de la extinción en el archipiélago.

Es un árbol endémico de Canarias y Madeira, describiéndose dos subespecies: el Juniperus cedrus ssp. cedrus para Canarias y el Juniperus cedrus ssp. maderensis para Madeira. 


Peculiar resulta que a pesar de ser conocidos como cedros estos árboles son en realidad enebros del género Juniperus, más cercanos por ende a las sabinas que a los mencionados cedros.


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